Internet: veni, vidi, vici
Este viernes 17 de mayo se celebra el Día mundial de Internet, una herramienta que se ha convertido en una commodity en la actualidad pero que hace apenas dos décadas era una rara avis, sobre todo, en los hogares.
Los que crecimos con las canciones de Parchís y con programas como Barrio Sésamo o series como Verano Azul, hemos sido testigos del avance progresivo y paulatino de Internet en el hogar. En el año 2000, apenas el 9% de los hogares en España tenía conexión a Internet, según un estudio realizado por la Asociación Multisectorial de Empresas Españolas de Electrónica (Asimelec), a pesar de que en el 31,1% de éstos ya disponían de ordenador personal, el dispositivo por el que se canalizó en un primer momento el acceso a la red de Redes. Diez años después, el porcentaje de los hogares conectados en España escaló hasta el 59%, según datos de Eurostat. En los últimos años, esta ratio ha pasado al 83,4%, de acuerdo con los datos hechos públicos por el Instituto Nacional de Estadística (INE).
La presencia de Internet en el hogar y, sobre todo, en los diferentes ámbitos de la vida cotidiana ha provocado un cambio en nuestros patrones de conducta y comportamiento. Los niños y adolescentes de principios del año 2000 tenían que tirar de enciclopedias y largas sesiones en las bibliotecas para poder documentarse sobre un tema, hoy en día los estudiantes acceden a mil veces más información que nosotros con un solo clic. De hecho, el 90% de los jóvenes se conecta a Internet con este propósito. Lo cierto es que el proceso de aprendizaje se ha transformado no sólo por el cambio de soporte y la rapidez de acceso sino también por el tipo de información al que se accede, en el que la imagen y, en concreto, el vídeo se ha impuesto frente a la palabra escrita. La forma de trabajar también ha variado sustancialmente. La posibilidad de trabajar en remoto desde casa e incluso en movilidad ha sido el gran avance del siglo XXI.
Pero no sólo de obligaciones vive el hombre… El ocio y la forma de consumirlo también han sufrido una profunda metamorfosis. La forma en que nos relacionamos o consumimos productos para disfrutar de nuestro tiempo libre son muy diferentes a qué hacíamos y cómo lo hacíamos hace solo un par de décadas. Según diferentes estudios, al menos el 82% de los españoles, es decir ocho de cada diez, elige Internet para divertirse, pasar el tiempo de manera ociosa o quedar con los amigos para charlar. El streaming de vídeo y música, las plataformas online de entretenimiento, las redes sociales o el juego en línea se han convertido de un tiempo a esta parte en las opciones preferidas por los usuarios. La posibilidad de que el usuario sea quien decida qué ver/escuchar, cuándo verlo/escucharlo y cómo verlo/escucharlo ha favorecido la proliferación de los formatos digitales en detrimento de otros más convencionales. De hecho, los analistas prevén que este tipo de consumo de contenidos audiovisuales supere el de la televisión convencional en 2020.
La realidad es que hablar de transformación digital a la altura en la que estamos y viendo cómo se ha “internetizado” la sociedad tiene poco sentido. La transición a este nuevo modelo se ha ido fraguando poco a poco, en la medida que todas y cada una de las parcelas de la vida cotidiana han migrado al mundo digital, gracias al despliegue de infraestructuras de red, a la democratización en los precios de acceso, a la sencillez de uso de las nuevas soluciones y a la aparición de nuevos dispositivos, que favorecen una mejor experiencia de uso. Hoy parece impensable que pudiéramos vivir sin Internet, pero hubo un tiempo en el que el acceso a la Red era solo una quimera.